LHOTSE 2011
Dispatches
- 2011-05-26
- 2011-05-25
- 2011-05-24
- 2011-05-20
- 2011-05-19
- 2011-05-18
- 2011-05-17
- 2011-05-17
- 2011-05-17
- 2011-05-14
- 2011-05-11
- 2011-05-10
- 2011-05-09
- 2011-05-09
- 2011-05-09
- 2011-05-03
- 2011-05-02
- 2011-04-27
- 2011-04-25
- 2011-04-16
- 2011-04-16
- 2011-04-13
- 2011-04-12
- 2011-04-11
- 2011-04-10
- 2011-04-09
- 2011-04-08
- 2011-04-05
- 2011-04-05
- 2011-04-04
- 2011-04-01
- 2011-03-29
May 25
Dispatch #31
Published at 14:22
LHOTSE EXPEDIZIOA
JUANITO OIARZABAL PROJECTO 2 X 14 X 8000
Por fin hemos regresado a casa, estamos ya en el campo base!
Muchas vicisitudes han acompañado nuestro regreso. Todo empezó con el día decidido para el ataque a la cumbre. El miércoles 18 la ya tradicional romería hasta el campo II, intentando sobrellevar los peligrosos entresijos de la cascada del Solo Khumbu, y el máximo de lo posible el tórrido transitar por el valle del silencio. Como siempre, hace falta recolocar otra vez la tienda de campaña dado que su disposición es poco motivadora al descanso de los humanos. La diferencia de temperatura entre una jornada de sol y la noche en el interior de la tienda de campaña, puede ser de hasta 45 grados. Nada bueno para el organismo!
El jueves 19, nos enfrentamos a la pared del Lhotse, ya conocemos las últimas rampas, su inclinación y caluroso recibimiento al campo III. Vamos coincidiendo con el equipo de Edurne Pasaban que también escogido esta mini ventana meteorológica para el ataque a la cumbre del Everest. Esta vez, el equipo ya ha coincidido con la dinámica propia, Carlos Soria, Carlos Pauner, Javier Pérez, Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzàlez y Juanjo Garra suben a la par para intentar conquistar el Lhotse. Como siempre, es importante cuidar la deshidratación del organismo, la sequedad atmosférica es muy grande, en una hora de esfuerzo en el Himalaya se pierden 200 ml de agua por la respiración.
El viernes 20, los nervios se apropian de nuestro interior. Nos dirigimos ya a nuestra montaña, abandonamos la ruta de los que se dirigen al collado sur del Everest. El trayecto ya no es conocido por nosotros y sorprende su verticalidad, situamos el campo IV alrededor de unas rocas bautizadas como la tortuga, a 7850 m de altura. La jornada ha sido larga, y cuando el sol ha podido ha arremetido de forma despiadada contra nuestros cuerpos en mitad de las rampas del calvario. Un Cristo tener que hacer la plataforma para instalar la tienda, sin fuerzas y la energía suficiente para palear, pensando en las pocas horas de descanso que nos quedan antes del ataque a cumbre, sacamos el ánimo del lugar más oculto y profundo. Los nervios nos ayudaron a confundirnos, nos acuciaban las prisas por montar la tienda para descansar, pero no a cualquier precio, hay que ser metódico y racional, conservar la calma es primordial.
Una vez instalados, unas siete horas nos separaban de iniciar nuestro nuevo destino. Era la noche de transito al 21 de mayo, la noche que nuestros conciudadanos reflexionaban delante de las elecciones municipales. Y nosotros reflexionábamos sobre un futuro quimérico. Fundíamos nieve constantemente para hidratar el organismo, poco podíamos hacer con el hambre, a esa altura no hay quien sea capaz de alimentarse correctamente. Intentamos echarnos en los sacos y descansar, la hora prefijada son las 12 h de la noche, damos vueltas y vueltas dentro de los sacos, queremos sacar a pasear esa mariposa que revolotea en nuestros estómagos, son muchas las cosas que pasan rápidamente por nuestras cabezas, de forma inconexa y sin sentido, o eso creemos. Ese 25% de oxigeno que tan solo nos rodea a esa altura, hace que estemos en hipoxia permanente y no podamos regir de forma coherente. Parsimoniosamente, nos acercamos a la media noche. Nos incorporamos lentamente para evitar que toda la escarcha de la noche se adhiera a nuestros cuerpos. El silencio es sepulcral, las miradas que nos cruzamos dicen lo mismo: - A por ella! Sabemos que será una ardua tarea, un ejercicio de constancia y persistencia. El primero en salir de la tienda es Juanito. Más tarde salimos Lolo y Juanjo. A los pocos metros Juanjo se da la vuelta, la nieve es pastosa y de difícil marcaje, a parte del piolet prefiere también acompañarse de un palo de esquí para un más cómodo avance. La noche confunde, las horas se hacen eternas y es un espacio tiempo que hace falta conocer para que no te mine la moral lo más profundo. Son horas muy duras, que sabes que son cruciales para la consecución de un proyecto, es mucho lo invertido, no tan solo pecuniariamente, sino a nivel de tiempo, energía, ilusión, trabajo en equipo, reto personal, la indefensión de la familia delante de nuestro universo personal, la renuncia temporal a nuestra profesión… que hace falta gestionar bien, buscando el equilibrio perfecto para hacer realidad un sueño personal y colectivo.
Nos vamos viendo con la tenue luz de los frontales, Pauner, Pérez, Juanito y Juanjo. Cuando la realidad clarea, nos adelanta Carlos Soria y su sherpa Muktu, casi derrapan al hacerlo, van conectados al oxígeno artificial, es otra categoría, denota que suben mucho más cómodos. Lolo, no anda bien y va más retrasado. Los alrededor de 500 m de coluar no te dejan indiferente, metro a metro te va sorprendiendo, no tiene final, siempre tiene un recoveco sorpresivo, y un más allá, y otro más allá, no tiene final. Cuerdas nuevas, otras más roñicas acompañan nuestro deambular. Por fin, pasado el mediodía, parece que una y griega nos dirige a la cima principal de la izquierda, un largo de escalada mixto nos deja en el punto culminante del Lhotse. La alegría, sin ser desbordante, es emocionante, hemos de pensar en la cruenta bajada, un superlativo esfuerzo que siempre hay que contar con él. Javier Pérez, Carlos Pauner, Juanito Oiarzabal y Juanjo Garra, se hacen las fotos de rigor, a 8516 m, con un escenario al fondo que aparece y desaparece detrás las nubes, el Everest.
Mañana os relataremos la desgarradora historia de la bajada al campo base y sus consecuencias.
Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez y Juanjo Garra
JUANITO OIARZABAL PROJECTO 2 X 14 X 8000
Por fin hemos regresado a casa, estamos ya en el campo base!
Muchas vicisitudes han acompañado nuestro regreso. Todo empezó con el día decidido para el ataque a la cumbre. El miércoles 18 la ya tradicional romería hasta el campo II, intentando sobrellevar los peligrosos entresijos de la cascada del Solo Khumbu, y el máximo de lo posible el tórrido transitar por el valle del silencio. Como siempre, hace falta recolocar otra vez la tienda de campaña dado que su disposición es poco motivadora al descanso de los humanos. La diferencia de temperatura entre una jornada de sol y la noche en el interior de la tienda de campaña, puede ser de hasta 45 grados. Nada bueno para el organismo!
El jueves 19, nos enfrentamos a la pared del Lhotse, ya conocemos las últimas rampas, su inclinación y caluroso recibimiento al campo III. Vamos coincidiendo con el equipo de Edurne Pasaban que también escogido esta mini ventana meteorológica para el ataque a la cumbre del Everest. Esta vez, el equipo ya ha coincidido con la dinámica propia, Carlos Soria, Carlos Pauner, Javier Pérez, Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzàlez y Juanjo Garra suben a la par para intentar conquistar el Lhotse. Como siempre, es importante cuidar la deshidratación del organismo, la sequedad atmosférica es muy grande, en una hora de esfuerzo en el Himalaya se pierden 200 ml de agua por la respiración.
El viernes 20, los nervios se apropian de nuestro interior. Nos dirigimos ya a nuestra montaña, abandonamos la ruta de los que se dirigen al collado sur del Everest. El trayecto ya no es conocido por nosotros y sorprende su verticalidad, situamos el campo IV alrededor de unas rocas bautizadas como la tortuga, a 7850 m de altura. La jornada ha sido larga, y cuando el sol ha podido ha arremetido de forma despiadada contra nuestros cuerpos en mitad de las rampas del calvario. Un Cristo tener que hacer la plataforma para instalar la tienda, sin fuerzas y la energía suficiente para palear, pensando en las pocas horas de descanso que nos quedan antes del ataque a cumbre, sacamos el ánimo del lugar más oculto y profundo. Los nervios nos ayudaron a confundirnos, nos acuciaban las prisas por montar la tienda para descansar, pero no a cualquier precio, hay que ser metódico y racional, conservar la calma es primordial.
Una vez instalados, unas siete horas nos separaban de iniciar nuestro nuevo destino. Era la noche de transito al 21 de mayo, la noche que nuestros conciudadanos reflexionaban delante de las elecciones municipales. Y nosotros reflexionábamos sobre un futuro quimérico. Fundíamos nieve constantemente para hidratar el organismo, poco podíamos hacer con el hambre, a esa altura no hay quien sea capaz de alimentarse correctamente. Intentamos echarnos en los sacos y descansar, la hora prefijada son las 12 h de la noche, damos vueltas y vueltas dentro de los sacos, queremos sacar a pasear esa mariposa que revolotea en nuestros estómagos, son muchas las cosas que pasan rápidamente por nuestras cabezas, de forma inconexa y sin sentido, o eso creemos. Ese 25% de oxigeno que tan solo nos rodea a esa altura, hace que estemos en hipoxia permanente y no podamos regir de forma coherente. Parsimoniosamente, nos acercamos a la media noche. Nos incorporamos lentamente para evitar que toda la escarcha de la noche se adhiera a nuestros cuerpos. El silencio es sepulcral, las miradas que nos cruzamos dicen lo mismo: - A por ella! Sabemos que será una ardua tarea, un ejercicio de constancia y persistencia. El primero en salir de la tienda es Juanito. Más tarde salimos Lolo y Juanjo. A los pocos metros Juanjo se da la vuelta, la nieve es pastosa y de difícil marcaje, a parte del piolet prefiere también acompañarse de un palo de esquí para un más cómodo avance. La noche confunde, las horas se hacen eternas y es un espacio tiempo que hace falta conocer para que no te mine la moral lo más profundo. Son horas muy duras, que sabes que son cruciales para la consecución de un proyecto, es mucho lo invertido, no tan solo pecuniariamente, sino a nivel de tiempo, energía, ilusión, trabajo en equipo, reto personal, la indefensión de la familia delante de nuestro universo personal, la renuncia temporal a nuestra profesión… que hace falta gestionar bien, buscando el equilibrio perfecto para hacer realidad un sueño personal y colectivo.
Nos vamos viendo con la tenue luz de los frontales, Pauner, Pérez, Juanito y Juanjo. Cuando la realidad clarea, nos adelanta Carlos Soria y su sherpa Muktu, casi derrapan al hacerlo, van conectados al oxígeno artificial, es otra categoría, denota que suben mucho más cómodos. Lolo, no anda bien y va más retrasado. Los alrededor de 500 m de coluar no te dejan indiferente, metro a metro te va sorprendiendo, no tiene final, siempre tiene un recoveco sorpresivo, y un más allá, y otro más allá, no tiene final. Cuerdas nuevas, otras más roñicas acompañan nuestro deambular. Por fin, pasado el mediodía, parece que una y griega nos dirige a la cima principal de la izquierda, un largo de escalada mixto nos deja en el punto culminante del Lhotse. La alegría, sin ser desbordante, es emocionante, hemos de pensar en la cruenta bajada, un superlativo esfuerzo que siempre hay que contar con él. Javier Pérez, Carlos Pauner, Juanito Oiarzabal y Juanjo Garra, se hacen las fotos de rigor, a 8516 m, con un escenario al fondo que aparece y desaparece detrás las nubes, el Everest.
Mañana os relataremos la desgarradora historia de la bajada al campo base y sus consecuencias.
Juanito Oiarzabal, Lolo Gonzalez y Juanjo Garra
Comments